Las maneras en que nos vinculamos con los demás, las formas de afrontar diferentes situaciones y cómo gestionamos las emociones están relacionadas con los tipos de apego que desarrollamos en la infancia. Y es que cada estilo de crianza puede tener efectos psicológicos en los niños y niñas que pueden determinar su crecimiento. ¿Te gustaría analizar este tema a profundidad? No te pierdas nuestro blog o consulta nuestra Maestría en Psicología Infantil, con ella podrás ampliar tus conocimientos en el campo de la psicopatología infantil y juvenil.
Índice de contenidos
¿Qué es el apego?
Básicamente, el apego es el lazo emocional y la conducta fundamental en la primera etapa de la infancia. Es decir, las emociones y sentimientos que unen a los menores con sus progenitores y familiares más cercanos. Así, esta relación tiene un mayor impacto durante los dos primeros años de vida del bebé.
En este sentido, alcanzar el desarrollo emocional y social óptimo pasa por el hecho de que los progenitores sean capaces de cumplir las necesidades de los pequeños. De otra forma, si alguno de los cuidadores primarios no cumple con sus responsabilidades educativas, se producirán carencias afectivas a lo largo del crecimiento. Por lo tanto, el niño o la niña será víctima de las consecuencias de una crianza deficiente.
Tipos de apego en los niños y niñas
Este vínculo es muy necesario para favorecer el desarrollo de los pequeños y enriquecer la relación entre estos y sus progenitores. También, es fundamental para fortalecer la seguridad en su infancia, adolescencia y etapa adulta. Entre las diferentes formas en que el apego se puede desarrollar, podemos destacar 4 tipos:
Apego seguro
La figura de apego es la madre o el padre que atiende adecuadamente a las necesidades emocionales de su hijo o hija. Este es uno de los tipos de apego que beneficia mayormente al niño porque puede expresar y entender sus emociones, puede buscar apoyo y contacto, y mostrar empatía y optimismo ante diferentes circunstancias. En este sentido, son niños y niñas con buenas habilidades sociales que se adaptan mejor a las separaciones de los padres.
Según la teoría del apego de Bowlby, es entre los seis meses y dos años cuando más impacto tiene el tipo de vínculo con que el se cría a un niño. Por lo que, si los padres y madres conectan con el bebé, y satisfacen sus necesidades, están estableciendo un apego seguro y saludable.
Estilo de apego ansioso
El apego ansioso o ambivalente es el que tienen los padres o madres que proyectan cariño hacia con sus hijos o hijas pero que no siempre los comprenden. Algunos de los rasgos que les caracteriza es que juegan menos con los pequeños, responden solo ante algún problema del niño, son rígidos y egoístas, y muestran menos contacto.
En este caso, el niño o la niña suele desarrollar ansiedad o muestra en varias ocasiones rabia anticipada. Asimismo, tiene dificultad para cumplir las órdenes de los progenitores y puede suponer una conducta antisocial en la adolescencia. Además, suele generar en los menores una continua inseguridad sobre la permanencia de recibir cuidado y atención por parte de su padre y madre. Esto puede derivar también en una marcada dependencia emocional en la etapa adulta.
Tipo de apego evitativo
El niño o la niña con apego evitativo puede no contar con sus cuidadores para satisfacer sus necesidades, lo cual le causa un cierto padecimiento. O, debe aprender a vivir con un amor deficiente, pobre e inexistente, lo cual puede provocarles sentimientos de baja autoestima.
Experimentar desde las primeras etapas la falta de cariño y atención hace que en la edad adulta se vean las relaciones emocionales como producto de dolor y decepción que son preferibles evitar.
Apego desorganizado
Por último encontramos el apego tipo D o desorganizado. Este es uno de los tipos de apego que se desarrolla en entornos patológicos con prácticas abusivas y agresivas con maltrato físico o psicológico.
En este caso, el niño siente mucha angustia, rechazo y miedo hacia las figuras de apego. Además, aunque sabe que este tipo de ambiente no es el más adecuado, no tiene acceso a otro vínculo afectivo, por lo que sigue en ese contexto en el que no cumple su cometido. Evidentemente, esto tiene diversas consecuencias a nivel afectivo, emocional, cognitivo y social.